Estudiar en barracones en el siglo XXI

María Pastor y Antonio Sánchez

De Cicerón a Kant se ha repetido muchas veces aquello de “salus populi suprema lex esto”, es decir, “la salud pública es la suprema ley”, también traducido como “el bienestar del pueblo es la ley suprema”. Es precisamente hoy cuando tiene sentido recuperar este lema, es precisamente en momentos en los que no se sabe qué salvar -si la economía, la vida o la comunidad, o cuando se puede aducir, incluso, que son lo mismo-, cuando esta frase vuelve a resonar en artículos y comentarios, a veces citada sin saberse, a veces citada a sabiendas. Es en este momento en el que nos tenemos que preguntar qué supone para ese bienestar público, para esa salud pública, que el estudio en barracones se esté popularizando en la Comunidad de Madrid -esa Comunidad que, como dice el Partido Popular-, es la locomotora económica de España y uno de los centros neurálgicos de la cultura europea. ¿Qué ha tenido que pasar para que el Gobierno licite la compra de más de 100 barracones como aulas para el alumnado en pleno siglo XXI? ¿Es esto solo una respuesta a la pandemia que asola el mundo entero? ¿Cómo encajan los barracones en los planes generales de actuación educativa de la derecha española? ¿Cómo encajan los barracones en la realidad y en las dificultades estructurales que tiene la salud de la educación pública madrileña?

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